Por Brigitte Hernández Escalona
Situada al oeste de la Isla de
Margarita, la Península de Macanao es uno de los rincones menos conocidos del
estado Nueva Esparta, territorio insular venezolano. En sus 330 kilómetros
cuadrados predominan los bosques secos y el clima árido, se rodea de hermosas
playas, lagunas y humedales, albergando a una importante parte de la
biodiversidad del país.
En este territorio apartado
residen apenas unas 30 mil personas, conocidos por su gentilicio como
“macanagüeros”. También es el hogar de la cotorra margariteña. De la especie
amazonas, esta ave regional se ha erigido como embajadora de la biodiversidad
neoespartana, cuya conservación implica la preservación de un tercio de la
biodiversidad en la Isla.
Margarita, además, es la única
Isla del Caribe con dos especies autóctonas del orden carnívoro, el cunaguaro y
el mapurite. Ambas residen en los bosques secos de la península, por lo que se
mantienen en equilibrio con la cotorra. Éste es uno de los hábitats más
amenazados como consecuencia de la acción humana y el cambio climático, por lo
que su preservación es vital para todos.
La educación es clave: surge la
red
La ONG Provita surgió hace 30
años en Nueva Esparta como una alternativa para la preservación de los
ecosistemas naturales en las islas de Margarita y Coche. Es responsable, entre
muchos de sus programas, el de la conservación de la cotorra margariteña. Su
filosofía es “actuar en forma local, pensar en forma global”.
Precisamente, al tratar de
conservar la cotorra margariteña, con su hábitat bien característico, hace más
de 15 años detectaron la necesidad de aumentar los esfuerzos en educación y
concienciación. Así surgió la Red de Maestros Ambientalistas en la Península de
Macanao, que hoy en día alberga las 13 escuelas públicas asentadas en la zona.
José Manuel Briceño, coordinador
del Programa Provita en Nueva Esparta y de la Red de Maestros Ambientalistas,
lo explica en forma clara. “La conservación está en manos de la personas”, de
allí que los esfuerzos se dirijan hacia los programas de educación y formación,
como una contribución a la preservación a la biodiversidad del planeta.
“Partimos del principio de que
los niños no son el futuro, son el presente. Ellos, muchas veces fungen como el
vehículo para educar a los adultos. De allí que la red de maestros se haya
abocado a la formación especial en el tema ambiental y ecológico, para que
ellos salgan de las escuelas con una consciencia diferente y más responsable
hacia el ambiente y sus recursos”, explica Briceño.
Más de 5 mil niños
La Red funciona con al menos un
maestro ambientalista por cada escuela pública, orientado a la formación de
niños de 5to y 6to grado de educación primaria. Son 13 las escuelas que
actualmente funcionan en toda la península. Cada maestro es un ente replicador
del mensaje de conservación y preservación de los ecosistemas, biodiversidad y
recursos naturales que los rodean.
“En 15 años, hemos formado a más
cinco mil niños y a 50 maestros. Funcionamos con al menos un maestro
ambientalista por escuela. Se las ha formado en temas de preservación de la
biodiversidad terrestre, biodiversidad marina, restauración ecológica e
instalación de viveros, entre otros. Cada maestro ambientalista posee
conocimientos en el área de biología, ecología y herramientas pedagógicas
prácticas para la educación ambiental, a fin de que el mensaje realmente llegue
y quede en los niños”, asegura el coordinador de la Red.
De la Red de Maestros
Ambientalistas, han surgido diversos viveros escolares en las 13 poblaciones de
la Península, se han efectuado más de 300 jornadas de recolección de semillas y
siembra, se conformaron dos senderos de interpretación ambiental, se realizaron
más de 20 festivales culturales de ambiente interescuelas, visitas guiadas y
más de 30 talleres de formación para maestros.